Nos citamos con Juan «y Medio», polifacético comunicador que, con la fluidez verbal a la que nos tiene acostumbrados, nos sorprendió con un alegato por su amor a la caza y una lección de terminología campestre. De eso y mucho más estuvimos hablando.
Por Isabel Elola
La caza mayor no me hace «ni fu, ni fa»; no niego que he ido alguna vez, pero a mí lo de estar en el puesto esperando, los sombreretes, la pana, la pluma... ¡No me va...!
—Hombre, Juan...
—Nunca me ha entusiasmado estar en la cuerda a ver si los perros nos echan la pieza. En la caza mayor, prefiero saber dónde están los perdederos naturales de las piezas y colocarme con un grupo de amigos una vez bien rastreado el monte. En las monterías modernas te encuentras que la propiedad se hincha a pegar tiros, que el amigo del señorito está en el mejor puesto y ese tipo de cosas. Sin embargo, eso de comer las migas todos juntos, hablar con los amigos, ver esos montes tan increíblemente bien conservados, las encinas, los jarales...
—Entonces, te gusta la caza mayor...
Nadie dice nada porque mates un jabalí: es un marrano, feo, asqueroso, pero si matas un ciervo... ¡Ah!, es «Bambi». Si pasa una serpiente, la matas, pero no un pajarillo. En la sociedad moderna, lo feo no vende.
—Sí pero poco, prefiero la caza menor. Eso de madrugar, llegar a un sitio y olerlo... Pero lo importante es el perro, el elemento más importante de la caza. Ver cómo trabaja, convivir con él, ganar su cariño, es algo que no tiene parangón, no se puede expresar con palabras la relación que se establece entre ambos. Que se mantenga en la distancia, obedezca mi voz y no me levante la perdiz nada más que a su debido tiempo es algo indescriptible. Ahora bien, que llegue a cobrar lo que yo no llego a encontrar con mis limitaciones, es algo que se puede comparar —y perdonad— al mejor de los orgasmos.
—Seguramente la caza nos acerca más a nuestros amigos, a nuestros mayores...
—La caza es solidaridad, amistad e incluso cabreos. Yo he hablado con mi padre más en el campo que en mi casa. Mis amigos de toda la vida, hombro a hombro, los he hecho en el campo no en la ciudad. Y en cuanto a cabreos... Os voy a contar una anécdota: una vez que coincidí con un tipo cazando en mano, cuando salía una pieza gritaba «¡Mía!», antes incluso de que cayera. Al cabo de dos o tres faenas de este tipo, nos salió una perdiz; sin echarme la escopeta al hombro, grité: «¡Mía!». La perdiz no cayó pero el tipo cogió la indirecta. Aún así, salvo estas pequeñas cosas, la caza es una mirada...
—Y un deporte...
—No estoy de acuerdo en que sea un deporte, también pueden decir que el ajedrez es un deporte, pero para mí, no lo es, y la caza tampoco. Deporte puede ser tirar a una diana, a un plato, pero cuando hay muerte por medio no puede ser deporte. Es algo más.
—Pero en España está considerado como deporte...
—Sí, y eso significa que hay que pagar unas licencias, que tenemos leyes, normas, que generan un dinero que, ojalá, revierta otra vez en la naturaleza. Pero cuando yo salgo de caza con mi padre ahí no hay deporte, ahí sólo hay conocimiento de la naturaleza y de mí mismo. Sólo percibes sensaciones difíciles de expresar, se escapan a lo puramente racional
—Según esa teoría todo el mundo tendría que cazar... Ortega y Gasset decía: «¡Qué ha hecho la civilización contigo que ya no cazas!».
—Sí, pero de García Morente, de la misma Escuela, se extrae que depende mucho de cómo te enseñan a valorar. Si la carne de vaca te la ponen en la mesa y tú te la comes, no piensas que detrás de esa vaca hay alguien que la haya matado. Pero si yo te digo: «Mira esa vaca, vamos a soltarla, matarla y nos la comemos…», cambia la cosa, no concibes que la matemos.
—Dices que todo es imagen...
—¡Nos ha fastidiado! Nadie dice nada porque mates un jabalí: es un marrano, feo, asqueroso, pero si matas un ciervo... ¡Ah!, es «Bambi». Si pasa una serpiente, la matas, pero no un pajarillo. En la sociedad moderna, lo feo no vende.
Hay mil avances considerados un progreso para la Humanidad, pero lo hacen en detrimento de la fauna y la flora, sin que eso parezca importar a la mayoría de los que echan pestes de la caza.
—Juan eso es muy duro.
—Te voy a poner un ejemplo: el visón americano es un bicho de lo más dañino, se lo come todo, son carniceros, se cargan nuestra fauna, nos están perjudicando. Pero la gente piensa: «¡Ay, es tan suave!». ¿Es que alguien ha cogido algún visón? ¿Cómo pueden saber que es suave? No saben el daño que hacen al ecosistema. En definitiva, estamos inmersos en el mundo de la imagen.
—¡Fenomenal! Estamos inmersos en el mundo de la imagen; pero, sin embargo, los que tenéis buena imagen no os declaráis cazadores.
—Es que hay un complejo enorme. Al cazador lo ven como asesino y, sin embargo, es todo lo contrario. El cazador es la mejor garantía de que esto va a seguir adelante.
—¿Esto? ¿Te refieres al medio ambiente?
—Por supuesto, eso lo sabe cualquiera. Lo mucho que se conserva en España es gracias a la caza y al toro. Las dehesas con alcornocales de Extremadura, la Sierra Cordobesa, Montes de Toledo o Ciudad Real se conservan gracias a la caza. Gran parte de la biodiversidad de España, la mayor de Europa, se debe a los cazadores. Jamás he visto a ningún ecologista, y no es por meterme con ellos, gastarse el dinero en la conservación del medio ambiente y a los cazadores sí. Pero hoy en día, los vientos soplan de distinta manera.
—Y eso, ¿por qué no lo decimos?, ¿por qué tenéis tantos problemas «los de la buena imagen» en salir del armario cinegético?
—Yo no tengo ningún problema, en cuanto me habéis llamado, he acudido, pero hay que reconocer que en la actualidad no es políticamente correcto. Primero, porque hay muchos irresponsables que pertenecen a la categoría de cazadores que les da igual todo: hay delincuentes disfrazados de cazador. Hacen mala publicidad y se creen que todos somos así. La gente asocia imágenes, no conocimientos... Es demagogia pura y dura: la línea del AVE ha hecho más daño al lince que todos los cazadores juntos a lo largo de toda la Historia. Hay mil avances considerados un progreso para la Humanidad, pero lo hacen en detrimento de la fauna y la flora, sin que eso parezca importar a la mayoría de los que echan pestes de la caza.
—Los que echan pestes de la caza, ¿conocen el campo o es pura política?
—La mayoría jamás ha salido al campo. Como no lo conocen practican un «ecologismo de salón» y por eso echan pestes sobre la caza.
—Pero el campo no pertenece a ningún ideal político, no es de izquierdas ni de derechas...
—Hay sectores de la izquierda que asocian que, si un hombre camina por una tierra y puede cazarla es que será suya, entonces concluyen que será rico y no se lo merece... Es pensamiento de los tiempos Rosa de Luxemburgo. Un comunismo dialéctico que no tiene mucha cabida hoy en día. Muchas ideas actuales están obsoletas. La inmensa mayoría de la gente que caza por supuesto que no es rica. Yo creo que es más rico el que tiene un yate que el que tiene un braco, y nadie se mete con el que tiene un barco.
Hay un millón y medio de licencias..., ¡y no hay ese número de ricos en España ni por asomo!
—Pero es que la náutica mueve dinero...
—¡Anda! ¿Y la caza? Imagínate quitarle a Toledo, Ciudad Real, Sierra Morena o Córdoba el dinero de la caza: ruina total de algunos núcleos. La industria es una parte pequeña de su economía mientras que la caza encadena una serie brutal de oficios: cartucheros, secretarios, herradores, taxidermistas, guardas, guarnicioneros... Hay un millón y medio de licencias..., ¡y no hay ese número de ricos en España ni por asomo!
—Pero Madrid tiene tres millones y medio de habitantes...
—Porque el campo no es productivo. Si lo fuera a quién le iba a apetecer irse a una fábrica de Manresa donde no conoces absolutamente a nadie, donde trabajas ocho horas haciendo lo mismo y luego vives en sesenta metros cuadrados con tu mujer. Abandonar el sitio donde has nacido, el entorno donde te has criado en contacto con la naturaleza... Se van porque pasan hambre y hay una necesidad.
—¿Y la caza podría evitar eso?
—No lo sé, pero estoy seguro que, tomada en serio, podría evitar muchas migraciones internas que ya nos traen de cabeza.
—Yo creo que nos estamos poniendo muy serios y la caza no sé si es...
—Mira la caza es la inteligencia práctica del pueblo: dormir la siesta cuando se está cansado, ir al baño en condiciones, descansar, que lo que comas te siente bien, descubrir un buen vino...
En la vida, hay que estar en la orilla esperando la llegada de los besos. ¿Qué es un beso? Puede ser un paisaje, el cariño de una persona, una comida, un animal... la vida está llena de besos y el resto son chorradas.
—Entonces la caza es...
—La caza es un beso que te da la vida.