viernes, 9 de noviembre de 2007

Cómo cazar 5 perdices con 25 cartuchos

El título de este artículo va a suscitar diferentes reacciones en cuanto cada uno de nuestros lectores lo lea; para unos esto es una ilusión, pues habitualmente necesitan muchos más cartuchos para poder lograr una percha así. Para otros cazadores será una esperanza pensando en el día en el que de verdad, puedan abatir perdices con cierta soltura, y para los más avezados y veteranos, sencillamente es una cuestión habitual, incluso hay cazadores que dirán que a ellos les sobrarían algunos cartuchos para colgar el quinteto de patirrojas en su coto. De todo hay, pero como estamos en los inicios de una temporada que puede ser bastante agraciada de perdices en muchas zonas, vamos a comentar algunos aspectos que nos ayudarán a lograr buenas perchas en estas primeras jornadas.

Tampoco hay que asustarse, no estamos pidiendo milagros, pues colgar cinco piezas de caza con una media de cinco disparos por cada una (se incluyen los disparos de acierto, los de fallo a otras piezas, y el gasto de munición según tiremos con semiautomática o con escopeta de dos cañones) es algo que se puede lograr con cierta facilidad, ya que los errores en el tiro de caza están provocados en su práctica totalidad por error del cazador, el equipo suele fallar muy poco.

Preguntarse qué estamos haciendo mal cuando fallamos pieza tras pieza es fundamental para poder mejorar, sin análisis es muy complicado evolucionar y avanzar.

A la perdiz se le tiene respeto a la hora de tirar, y en determinados casos, este respeto se convierte en casi miedo al fallo. Hay cazadores que saben que no tienen demasiada pericia con la escopeta, y que incluso renuncian a compartir jornadas con otros compañeros o aceptar una invitación a un coto, por temor a «quedar mal» por los fallos reiterados con la escopeta.

Autoestima venatoria, por ahí hay que comenzar. Si tenemos técnica y conocimientos suficientes para el manejo de la escopeta en el campo (esto es fundamental), estamos fallando en algo básico, y es en la confianza en nosotros mismos, en saber hasta dónde podemos llegar en cuanto a efectividad tirando caza, y aprender de cada error para solucionar posibles situaciones parecidas en un futuro inmediato.

Preguntarse qué estamos haciendo mal cuando fallamos pieza tras pieza es fundamental para poder mejorar, sin análisis es muy complicado evolucionar y avanzar. Desgraciadamente hay cazadores, que no siguen método alguno, simplemente salen al campo domingo tras domingo y fallan pieza tras pieza, con unos resultados finales de temporada muy por debajo de sus posibilidades reales. Pero están estancados, no hacen nada por avanzar y mejorar, tropiezan una y otra vez en la misma piedra.

Al margen de los conocimientos (cuanto más profundos mejor) sobre el tiro de caza y las características de los cartuchos, el cazador perdicero debe ser un aficionado dispuesto al esfuerzo físico y mental en la jornada de caza, competir con nosotros mismos en la consecución de una buena percha de perdices debe ser un aliciente y no una pesada carga.

La resistencia física y estar centrados y con ganas de seguir cazando, de llegar a donde están los pájaros, debe ser una constante en el aficionado que, por experiencia, sabe ya donde debe cazar, y cómo hacerlo en cada momento. Hay que estar despiertos a primera hora, y con ganas de comernos el campo, y estar más o menos igual cuando terminamos la jornada, de otra forma la escopeta pesa demasiado a partir de las once, la cabeza se embota pidiendo descanso, la sed nos agobia, y las perdices parecen aves imposibles de poner a distancia de tiro.

Vamos a ello; estamos en puertas de una nueva temporada, y vamos a salir con todas nuestras ganas al campo, no con intención de colgar toda la caza que podamos en las primeras jornadas, ni de hacer perchas de escándalo dos días para después no ver caza el resto de la temporada. El buen perdicero sabe dosificarse en su cazadero y administrar las posibilidades, así que vamos a centrarnos en cómo mejorar nuestro rendimiento con las patirrojas, de forma que con los cartuchos de la canana tengamos de sobra para regresar al coche con una bonita percha.

La preparación

Fundamental, así de claro, el perdicero que no se prepara a conciencia antes del inicio de la temporada, estará a medio gas en cuanto lleve cazando tres o cuatro horas a lo sumo, y entonces tirará mal, y llegará mal a los lances, perdiendo efectividad en la parte crucial de la jornada, la última parte, justo cuando los pájaros están movidos y hay que estar fuertes para recorrer las mejores querencias y tirar en buenas condiciones.

La dejadez y la falta de preocupación sigue rondando nuestro deporte, que para muchos es tan solo una afición a la que se acude como esparcimiento, pero es una afición exigente, hay que ser un buen deportista y estar entrenado, si queremos no sólo evolucionar, sino mejorar los resultados.

Con fama de andarines, los pajareros o perdiceros debemos tener clara la vocación de deportista y prepararnos física y mentalmente para la temporada, y hacerlo cada día, sobre todo en los previos a la jornada de caza y en los posteriores, pues no sólo hay que llegar al cazadero motivados y con ganas de olvidarnos de todo y centrarnos en la caza de la patirroja, también hay que recuperarse bien tras la jornada, pues la temporada a veces es exigente, con varios días de caza a la semana.

Esto lo saben bien quienes tienen que recorrer grandes distancias para cazar en cotos alejados de su casa pues el desgaste físico, esté como esté el tiempo, debe conjugarse con trayectos a veces de varios centenares de kilómetros (en mi caso, muchos fines de semana 900 kilómetros entre ida y vuelta, y la vuelta el domingo por la tarde se hace penosa a veces...), y en este caso, o estás preparado, o sencillamente «no eres persona» el resto de la semana...

A efectos de tiro, estar en buena forma y bien centrados de mente es fundamental, el perdicero cansado o que se resiente al poco de comenzar a cazar, tarda mucho en encarar, es lento en el swing, valora mal las distancias y pierde por ello buenos lances, y sobre esto, poco a poco irá a menos en las ganas de llegar en tiempo donde cree que están las perdices que acaba de volar hace un rato.

Salir a perdices sin criterio alguno y tirar a las perdices que comienzan a volar, es algo frecuente y que deja casi al azar el volumen de la percha.

Cuando los brazos te piden llevar la escopeta en el hombro o sobre el antebrazo, es que no estamos bien entrenados. Espalda, hombros, brazos y muñecas deben trabajarse para que los 3 kilos de la escopeta no sean un lastre a media mañana, siempre hay que ir en disposición de encarar rápido y tirar, ahí tenemos ya la solución a algunos fallos, ya queda menos para colgar las cinco perdices con menos cartuchos...

Y nada de hacernos héroes o atletas de élite si nuestra naturaleza no es esa, cada uno tiene la obligación de prepararse y cazar según sus condiciones, gustos y posibilidades, además de conocer sus límites, ahí radica el equilibrio, si somos de ritmo vivo, mayor preparación en este sentido, y si somos más diesel, pues a entrenar de forma que tengamos buen fondo, nada más, la caza es una diversión, no una obligación o un trabajo.

Asegurar el lance

Si supiéramos situarnos bien en cada lance, y acertar en la forma de entrar a las perdices o moverlas, tiraríamos en mejores condiciones en la mayoría de los casos, ya que si sabemos ponernos a la distancia, jugar con las querencias, y tenemos un perro diestro y muy centrado con la caza, vamos a tirar a buena distancia pájaros que salen con relativa calma, frente a las perdices que se ven obligadas a salir de «mala forma», complicando con su trayectoria variable nuestro disparo.

Esto es algo que no tenemos en cuenta a menudo, pero que es imprescindible. Si queremos asegurar el lance con la patirroja marcada o señalada por nuestro perro, hay que ser listo y ver muy bien el tiradero, calculando hacia dónde querrá volar el pájaro, y entrar de forma que la perdiz salga con la mayor naturalidad posible, aquí, ponerle obstáculos, a menudo significa perder la pieza.

En esto hay opiniones para todos los gustos, desde quienes se aventuran a entrar ellos a la perdiz, a los que prefieren que sea el perro el que la saque tras la muestra, esto cuando podemos, pues en la práctica totalidad de los lances habituales, la perdiz se levanta ella sola, los pájaros del siglo XXI tienen poco de aquellas gallináceas más reposadas y quedonas de hace unas décadas (esto ha sido propiciado en buena parte por nosotros, al tirar cada vez más lejos a la perdiz, soliviantándola, y presionándola demasiado).

Visto así el lance, hay que procurar mover a la perdiz lo que sea necesario hasta que salte o el perro la saque a buena distancia, y cuando digo a buena distancia, me refiero a que salte a no mucho más de veinte metros, lo demás es aventurarnos si no somos demasiado acertados con los disparos rápidos y largos a la patirroja.

Esto se consigue cazándola bien, pues el misterio para asegurar los lances está ahí, en saber cazar, y culminarlo luego, con la perdiz ya a buena distancia, con un disparo acertado, que siempre será más fácil que tirar de entrada a los pájaros que dan el primer vuelo. Si supiésemos esperar el momento adecuado, con un puñado de cartuchos se colgaban unas cuantas, ya lo creo.

Resumiendo, nada de prisas por tirar, hagamos estrategia y «peloteemos» las perdices lo que haga falta, a veces se logra ir tirando en buenas condiciones casi a mediodía, cuando los pájaros ya están repartidos y podemos sacarlos, con trabajo, de las linderas, asomadas, cañadas, barbechos y de todas las zonas propicias para el buen lance.

Valorar las distancias

Podemos estar disparando todo el día a perdices que creemos pueden caer, cuando en realidad estamos poco más que soliviantando a los pájaros de la zona, empujándolos a que vuelen cada vez más lejos, sin empujarlos a las zonas donde se pueden ir quedando, y así, podríamos estar las horas que hiciesen falta, hasta que nos quedásemos sin cartuchos y con la percha, posiblemente, sin peso alguno.

La perdiz, al igual que el resto de piezas, tiene su distancia a efectos de disparo, y salirse de ella es «probar», malgastar buenas ocasiones posteriores, gastar cartuchos, y sobre todo, herir caza a menudo, sin posibilidades de cobro, y esto es lo peor que podemos hacer en el campo.

Cuando hablamos con otros aficionados, algunos te cuentan que abatieron una perdiz a setenta metros, otros que a más distancia, incluso hay quien afirma tirarlas a cincuenta metros con octava, y bajarlas sin problemas. Como no es cuestión de dudar de nadie, que cada cual cuente la película como más le guste, pero nosotros a lo nuestro.

Los metros en el campo menguan o se amplían según el punto de vista de cada uno, de ahí que tengamos que educar la vista con frecuencia para apreciar las distancias en terreno abierto, como base para calcular luego rápidamente si debemos o no debemos tirar a la perdiz.

Algunas referencias al respecto, que nos pueden servir de ayuda, son: a la perdiz que se le aprecian muy bien los colores, podemos tirarla, pero a la que solo nos parece un pájaro pardo, no. En el llano, si escuchamos con viveza el arranque de la perdiz, es que llegamos a poder tirar, aunque sea con el cañón más cerrado, pero cuando sale y solo la vemos, sin oír el aleteo, mejor esperar otra ocasión.

En el olivar, pájaro que se arranca después de la tercera calle, o lo tiramos rápido o mejor dejarlo; cazando en la viña, cuando el pájaro tiene un volumen parecido al de la cepa podada cuando se arranca, es que ya va largo. En el monte, los pájaros que ya encubren los colores, van estando fuera de tiro también.

Estas referencias son muy simples y no están sujetas, lógicamente, a un criterio estricto, es decir, hay ocasiones en que podemos tirar aunque acabemos de comentar que ya no es recomendable, esto hay que valorarlo en la situación concreta, pero a modo de rápida guía práctica, puede servir. Sobre todo ello, un consejo: si nos acostumbramos a cazar primero, y una vez llevados los pájaros donde se puedan aguantar, probar a tirarlos, casi siempre lo haremos en mejores condiciones que si probamos a tirar en los primeros vuelos de las perdices.

La jornada, por partes

Nos queda ya comentar cómo afrontar la jornada para que nuestros disparos sean más productivos, y para ello, nada mejor que dividir en partes o etapas la jornada perdicera, esto nos va a permitir trabajar mejor cada terreno y cada bando, para tirar cuando realmente hay que hacerlo.

Salir a perdices sin criterio alguno y tirar a las perdices que comienzan a volar, es algo frecuente y que deja casi al azar el volumen de la percha. Un día podemos tener suerte y abatir tres perdices en los primeros intentos, y otros, llegaremos a las doce de la mañana casi sin cartuchos, y sin pájaro alguno cobrado.

Salgamos con una cosa clara, hasta pasada una parte de la jornada, raro será tirar con efectividad, la perdiz tiene que moverse, hay que llevar los pájaros, moverlos con tiento, y aprovechar después las características del cazadero, para que nuestro perro saque las perdices a buena distancia de tiro.

Primero, recorrer el cazadero por los lugares donde podemos ir viendo algunas perdices, hay que comenzar por el principio, nada de acudir directamente a las asomadas... Mover caza es fundamental para poder sacarla de donde tiene comodidad y recursos, y llevar a las perdices hacia donde se quedarán, o hacia donde ya querrán volverse.

Así que cacemos en dos o tres fases; primero mover, volar o guiar según el terreno y nuestras posibilidades (no siempre interesa volar los bandos, hay muchas ocasiones en que es mucho más productivo irlos llevando a peón hacia zonas querenciosas para que se vayan quedando algunos pájaros), después tomar el cazadero por partes para recorrerlo en las mejores condiciones (viento de cara, entrar de forma que no se nos salgan los pájaros del coto. etc.), y por último, ir acudiendo allí donde creemos que puede haber perdiz amagada o queriendo volver a su terreno, que es cuando hay ocasiones de tirar en buenas condiciones.

Jugar con el cartucho

Si nos parásemos a pensar con objetividad, muchos de nosotros cambiaríamos la semiautomática por una escopeta de dos cañones, pues la verdad es que podríamos abatir las perdices con mayor facilidad, pues disponer de dos chokes da a menudo mucho más juego que contar con tres disparos pero con un mismo cierre de cañón.

Sea cual sea la escopeta con la que cacemos, es necesario jugar con el cartucho para poder adaptarnos a las necesidades del momento, hay días que comienzan muy calmados y después comienza a levantarse aire, o llueve, siendo frecuente también arrancar a cazar con una buena helada, y terminar a media mañana con un día aplacado de aire y con un sol radiante. Y como la perdiz reacciona según el tiempo y lo acosada que esté en el cazadero, nada mejor que llevar algunos cartuchos para situaciones concretas, pues nos pueden ayudar mucho. Así, y aunque lo ideal es cazar siempre con el mismo cartucho para aprovechar al máximo la respuesta de la munición (llegada, velocidad, mayor o menos apretura del plomeo, etc.), no está de más llevar unos cuantos cartuchos de taco de fieltro, para cuando al final de la mañana sorprendemos a la perdiz en una lindera o en una asomada, y se nos arranca muy cerca, o cuatro o cinco para cuando nos toca dar un llano muy despejado y por mucho que queramos, sólo tiraremos a partir de los 30-35 metros. Como referencia general, y a casi igualdad de velocidad dentro de una misma marca, casi todos los cartuchos de 32 gramos abren menos que los de 34.

Cuestión de confianza y actitud positiva

Otro requisito imprescindible para poder abatir perdices con pocos cartuchos más de los necesarios, es sencillamente tener confianza en uno mismo. Sin entrar en terrenos donde los expertos en psicología nos darían muy buenos consejos, salir al campo bien centrados, dispuestos a poner en práctica nuestros conocimientos según se presente la mañana y las condiciones de la jornada, y sabiendo adaptarnos a las circunstancias confiando en nuestras posibilidades, nos va a dar ya media percha.

Quien sale ya «vencido», mejor que se quedase descansando o mejor aún, que realizara otra actividad, a cazar hay que salir con ánimo, confianza, y muchas ganas, de otra forma la jornada perdicera se hace muy cuesta arriba. Hay que adoptar siempre una actitud muy positiva, saber moverse por el campo por mucha gente que nos encontremos, tocar los puntos estratégicos para volar los pájaros, y una vez llegado el momento estar convencidos de que podemos abatir perdices, resulta imprescindible. Cazar de otra forma, salir viendo sólo las subidas, los repechos, las cañadas que hay que cruzar, lo grandes que son los barbechos, el calor que hace, y dudar ya desde el principio que podamos abatir alguna perdiz, es síntoma claro de que ese día, y en esas condiciones, es mejor dejarlo y no «penar» por el campo. Fuerza y tesón, ánimo, alegría, y seguridad y confianza en nuestras posibilidades, hacen que los disparos a las perdices nos resulten mucho más fáciles.

Cuánto estira una canana?

Pues lo que queramos, según los casos, y según la «alegría» a la hora de apretar el disparador de nuestra escopeta... Con veinticinco cartuchos, y cazando con una escopeta de dos cañones, tenemos para más de doce lances, pues no siempre se disparan los dos cañones. Con una semiautomática, estos lances se pueden reducir a nueve, ya que en más de una ocasión efectuaremos tres disparos a alguna pieza.

Según esto, más de un aficionado pensará que con esos veinticinco cartuchos no tiene ni para empezar, pero si aprendemos a dosificarnos, a tirar sólo cuando hay buenas garantías de abatir la pieza, si dejamos de lado los lances arriesgados, esos disparos sin demasiada técnica que realizamos a veces un poco a la desesperada, notaremos cómo mejoramos rápidamente y cazamos incluso más, pues ganaremos confianza en nuestras posibilidades. Y si tenemos la suerte de tener un buen coto con mucha caza, y podemos abatir más caza, pues a disfrutar de ella, aunque gastemos dos veces la canana. Si la tónica es diferente y nuestro cazadero habitual no depara más de tres o cuatro lances por jornada, apuremos al máximo antes de disparar para intentar asegurar así la pieza que tanto trabajo nos ha costado sacar a tiro.

Por Miguel F. Soler
Fotos: Alberto Aníbal Álvarez y archivo de Cazar Más.

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