miércoles, 8 de agosto de 2007

Los principales problemas en el cobro


El cobro supone el acto consumatorio de la secuencia de depredación. Es por tanto el momento de mayor satisfacción para el perro. ¿Por qué entonces nos encontramos con perros que se niegan a recoger la pieza del suelo, o no muestran interés por encontrarla una vez abatida? ¿Cuál es la causa de que otros reaccionen con conductas posesivas o destructivas con la presa en las fauces?

En esto del cobro, como en muchos otros apartados de la conducta, es mucho «mejor prevenir que curar», por lo que el conocer las causas de ciertos comportamientos indeseados será el primer paso hacia su erradicación.

1) Pobre carga instintiva

Algunos perros no tienen inclinación natural hacia el cobro. Otros parecen tener ese instinto a un nivel más profundo, por lo que tardará más en aflorar necesitando para ello de una correcta estimulación por parte del adiestrador. No cabe duda que existen predisposiciones raciales.

2) Temperamento pasivo

Un castigo desmedido o inoportuno por coger algo con la boca puede inhibir al perro durante mucho tiempo.

Ciertos animales muestran un comportamiento abúlico e indolente, otros son más fáciles de activar y motivar hacia cualquier tipo de juego o interacción. Este tipo de canes suelen "ceder el honor" de recoger la pieza a otros perros más ávidos o incluso a su dueño.

3) Experiencias previas de castigos

No es raro que un cachorro sensible de carácter deje de cobrar tras una experiencia traumática. Un castigo desmedido o inoportuno por coger algo con la boca (un pajarillo muerto, una zapatilla…) o perderse puede resultar una asociación negativa que le mantendrá inhibido durante mucho tiempo.

4) Sobreexcitación

Muchos animales que han permanecido abandonados durante mucho tiempo en entornos hipoestimulados (perreras, patios, naves…) sufren una sobrecarga de estímulos en el campo lo que les mantiene con un alto nivel de ansiedad, estrés o simplemente excitados, dependiendo de su temperamento innato. Ello le imposibilita para concentrarse en la tarea del cobro.

5) Método de adiestramiento excesivamente coercitivo

El mal uso y el abuso de los métodos de fuerza en el cobro a través del dolor físico, como el refuerzo negativo (cobro forzado), son causa de trauma psicológico. Retorcer la oreja a un cachorro hasta que abra la boca puede parecer un recurso rápido y fácil pero sólo unos pocos profesionales experimentados dominan el timming (temporización) y la técnica y eso después de haber traumatizado a muchas víctimas de las que aprendieron.

Existen sistemas opcionales mucho más positivos como el clicker, la estimulación por celos o el castigo verbal que a la larga ofrecen resultados más permanentes y que tanto el alumno como el adiestrador disfrutarán más.

6) Primeras experiencias negativas

Existen perros remilgados. Si su tendencia natural es pobre, rehusarán el cobro si en su primer intento en el campo embocaron una perdiz de granja de las que sueltan plumas con las que se atragantó. O una torcaz, o una codornicilla destripada por el tiro…

He visto una setter jovencita negarse a cobrar el pelo de por vida al ser arañada accidentalmente por una rabona herida que además comenzó a chillar histéricamente.

7) Miedo a los tiros

Es una forma frecuente de anular cualquier tendencia al cobro en perros medrosos: soltar un tiro por encima de su cabeza tras levantar su primera pieza. Será fundamental realizar una evaluación previa del nivel de reacción a las detonaciones del can, y si fuera necesario realizar el adecuado programa de habituación.

Y no hablemos ya de los casos más comunes de lo que nos cuentan, de perretes que han recibido una desafortunada perdigonada a las primeras de cambio cuando pretendían atrapar a la pieza. Son casos de difícil restablecimiento.

8) El miedo al agua

Muchos perros dejan de cobrar en el agua simplemente porque no dominan el medio. Manean nerviosos, salpican y embocan incorrectamente con lo que al intentar portar la pieza en el agua pierden confianza, tragan agua y sufren una crisis de ansiedad que tardan en olvidar.
Lo más coherente será evitar estas situaciones enseñando al perro a desenvolverse correctamente en el líquido elemento, o más bien permitirle con la práctica que aprenda a nadar con soltura antes de ordenarle el cobro.

9) Carácter nervioso o hiperactivo

La falta de experiencia, la carencia de tesón, perseverancia o concentración son indicadores de una actitud ineficaz en el cobro.

La presa supone un estímulo apetitoso de alta significación para el cánido que pone en marcha todo el sistema nervioso central del depredador. En individuos nerviosos los mecanismos neurofisiológicos se activan con suma facilidad por lo que dicha agitación produce un indeseable castañeo en las mandíbulas que estropea la caza.

También puede ocurrir que la relajación súbita que supone la conclusión del lance produzca temblores musculares en los maxilares al bajar bruscamente el nivel de adrenalina tras el subidón de la captura.

10) Acción de matar presente

El impulso venatorio no se apaga en muchos perros si no es ante la certeza de la muerte de la presa por lo que realizar esas sacudidas secas con ella entre los dientes, que tanto nos desagradan a las cazadores porque estropean la caza. Suele ser una conducta innata pero en algunos surge espontáneamente por imitación otras varias piezas que escaparon heridas durante el porte hacia el cazador.

11) Posesividad y protectividad

Muchos perros de carácter dominante y protectivo con todo aquello que consideran de su propiedad atenazan la pieza entre sus fuertes fauces y no hay fuerza humana que pueda abrirlas. Son perros con un alto grado de confianza en sí mismos y que se sitúan en un nivel jerárquico elevado con respecto al dueño con quien tienden a porfiar.

Este proceder es también cuestión de grados siendo el exponente más grave el que engulle todo cuanto atrapa. En ocasiones, pudiera ser una conducta puntual causada por hambre, sed o cansancio durante la jornada de caza. Pero en los peores casos existe un componente atávico, heredado del ancestro lobuno quien engulle kilos de carne a la mayor rapidez posible al entrar en competitividad con sus congéneres por la supremacía.

Por ello esta conducta se acentúa ante la presencia de otros perros o al acercarse al cazador con ánimo de reclamar su trofeo. Como muestra más atenuada observamos perros que esconden la caza que cobran. De nuevo es una conducta genética presente en la mayoría de los mamíferos predadores quereservan en sus "despensas" carne para épocas de carestía. El problema es que si no tratamos con cautela esta tendencia puede agravarse pasando a tratar de comerse la pieza al ver amenazada su propiedad.

12) Pobre actitud en el rastreo

La creencia más extendida ante los animales que pierden caza herida en el campo es que adolecen de nariz. Siendo este un factor a tener en cuenta, lo cierto es que pesan más en el éxito o fracaso de la localización de la pieza otros aspectos del trabajo corno es la actitud en el rastreo. La falta de experiencia, la precipitación a veces inculcada por el propio cazador, la carencia de tesón, perseverancia o concentración y muchas veces la prevalencia de un interés mayor en caza viva que en la ya abatida, son indicadores de una actitud ineficaz en el cobro que con frecuencia inciden.

Por Ricardo V. Corredera
Fotos: Maite Moreno

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